ALIMENTACIÓN EMOCIONAL: ¿ES BUENA O MALA?
Hoy quiero empezar preguntándote algo: ¿qué pasa en las películas americanas cuando una chica está triste porque lo ha dejado con la pareja? ¡Bingo! Estoy casi segura de que has pensado en la típica escena de la chica en el sofá comiendo helado.
¿Sería esto alimentación emocional? Sí, sin duda.
Entonces…
¿Es buena o mala, la alimentación emocional?
No solo no es mala, sino que es buena y necesaria para sobrevivir. Necesitamos comer cada día para poder vivir en un correcto estado de salud, así que nuestras hormonas se encargan de que el acto de comer nos produzca placer instantáneo. Si no fuera así, se nos olvidaría hacerlo o nos resultaría muy pesado.
Además, la comida también se convierte en un acto social, nos recuerda a momentos, personas… y todo eso es correcto.
Emoción vs. apego, el quid de la cuestión
Así pues, la alimentación emocional es buena y no te hace sufrir. El problema viene con el apego: cuando le damos a la comida, y solo a la comida, el poder de hacernos salir del estado de ánimo en el que estamos, de hacernos cambiar la emoción que estamos viviendo.
Cuando estamos “enganchados” de forma recurrente a un alimento porque nos hace salir de la tristeza o tener más energía, por ejemplo, estamos estableciendo una relación de apego. Y esto no es malo por la comida en sí, sino porque estamos desatendiendo pensamientos y emociones que deberían ser abordados desde otras perspectivas.
¿Cómo puedes abordarlos?
Ve a terapia si piensas que te puede ayudar
Mueve tu cuerpo para que no se estanquen
Aprende a convivir con tus emociones y a experimentarlas por completo. Las emociones no son buenas o malas, simplemente nos dan información en función de lo que necesitamos
Cuestiona tus pensamientos: muchos de ellos derivan de creencias o emociones estancadas y generan un diálogo constante en nuestra cabeza. De vez en cuando para, obsérvalos y cuestiónalos.
Practica la gratitud a diario
¿Por qué helado y no brócoli?
Volviendo al ejemplo de la película, es evidente que la chicha está supliendo una emoción negativa con comida. Pero se trata de una situación puntual -en principio no lo dejamos con la pareja cada semana- en la que necesitamos un confort inmediato. No hay ningún problema en comer helado, o lo que sea, en un momento así. El problema sería si, a la larga, la chica decidiera desatender por completo sus emociones y se dedicara a comer helado cada vez que se sintiera triste a causa de la ruptura.
Sea como sea, ¿por qué siempre que nos sentimos tristes, ansiosas o vacías nos apetecen alimentos “poco sanos” y no un plato de brócoli hervido? Es verdad que en función de la situación y la persona, a veces apetecen unos alimentos u otros (dulces, salados, picantes, grasos…), pero el caso del dulce tiene una explicación clara:
Por un lado, ingerir carbohidratos nos da un pico de energía bastante inmediato y nos hace sentir mejor, más fuertes. De todas formas ¡cuidado! porque con los hidratos simples (bollería, helados, proesados..) la bajada de energía que sigue es igual de pronunciada.
Por otro lado, la leche materna -especialmente durante el primer mes de vida del bebé- es especialmente dulce porque contiene grandes cantidades de lactosa. Así, de manera inconsciente, cuando estamos tristes y recurrimos a lo dulce, este sabor nos transporta a una situación de paz, protección y amor incondicional.
Y aquí volvemos al principio: está bien que un alimento nos haga sentir así, pero la próxima vez que sospeches que puedes estar comiendo por apego para un segundo y observa si tu cuerpo y tu mente están intentando decirte que hay alguna emoción o pensamiento que debe ser atendido.
Y si después de la reflexión te sigue apeteciendo ese helado, ese trozo de chocolate o esa galleta, cómetela sin ningún remordimiento y disfrútala.